LLevo días siguiendo con gran interés el desarrollo de la Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que está teniendo lugar en Copenhague. La Cumbre Mundial del Clima, para entendernos. Cada día estoy más preocupado: la Cumbre ha entrado en un fenomenal atasco. Incluso da la impresión de que hay claros e inequívocos retrocesos con respecto a la situación que imperaba al inicio del encuentro. Nadie quiere ceder, y se impone una visión cortoplacista.
El doble reto de la Cumbre es, primero, alcanzar un acuerdo jurídicamente vinculante sobre reducción de emisiones, mucho más allá de meros compromisos políticos, y segundo, que ese acuerdo sea global. En el mundo de hoy, con la magnitud y tremenda complejidad de los formidables retos globales que tenemos ante nosotros, la búsqueda de soluciones requiere de la cooperación y la participación de todos, no uno ni dos ni tres, ni siquiera de aquellos actores que sean más importantes. No. Hace falta que todos rememos en la misma dirección. Así de sencillo, así de difícil.
Pero este doble reto tiene varias dificultades ante sí:
- El marco de referencia ya no vale: eso de que los países del Anexo I de Kyoto (países industrializados) tienen la obligación legal de reducir las emisiones, y los países del Anexo II (economías emergentes y países en vías de desarrollo) no tienen tal obligación legal, no resuelve satisfactoriamente el problema en el nuevo escenario global. Esta clasificación se hizo hace 12 años, cuando se adoptó Kyoto, y la situación ha cambiado mucho desde entonces: Con tal clasificación, China, India y Brasil entran dentro del Anexo II, y actualmente es innegable su papel de potencias globales, con economías cada día más dinámicas y creciente protagonismo en la escena internacional. Sus emisiones de CO2 aumentan vertiginosamente en paralelo a su desarrollo económico y altas tasas de incremento del PIB. Hoy día, las potencias occidentales no pueden hacer nada en la cuestión del cambio climático (en realidad, en cualquier cuestión, sea de la naturaleza que sea) sin contar con estos tres gigantes.
- Se pretende resolver este fenomenal problema global sin poner en cuestión el modelo de desarrollo económico hegemónico en el mundo, sin impugnar la propia noción de sistema económico que se ha consolidado en los últimos 2 siglos. Esto afecta al corazón del propio estatuto de la economía como disciplina científica. Desarrollo económico y deterioro ecológico son las 2 caras de la misma moneda, como bien nos ilustraron Antonio Valero y José Manuel Naredo hace unos años. Es sencillamente absurdo pretender continuar indefinidamente con el ideal de desarrollo y la mitología del crecimiento económico y paralelamente reducir el deterioro ambiental, las emisiones contaminantes y poner coto al cambio climático. Hace falta un cambio de modelo, y también una profunda transformación social y antropológica de nuestra visión del mundo. Las soluciones tecnológicas tipo biocombustibles, aumento de la eficiencia energética o captura de CO2 podrán ser una ayuda en algún territorio concreto y en algún contexto determinado, pero desde luego no son la solución ni la panacea. La solución vendrá del lado social, no del lado tecnológico.
Y todo apunta, tristemente, a que en Copenhague el tono de los debates girará hacia cuestiones tecnológicas, sin plantear, ni siquieza esbozar, la necesidad de un cambio de modelo social, condición necesaria para un cambio de modelo energético. Por otro lado, el tiempo que tenemos por delante para cambiar esta situación se acorta cada día. Parece que a nuestra especie se le da muy mal cambiar por las buenas, poco a poco. No tenemos activados mecanismo de retroalimentación negativa que nos sirvan de frenada, algo común en los sistemas naturales. Por eso llevamos dejando pasar lustros y lustros enredados en discusiones absurdas y sin actuar firme y decididamente. Me subleva la falta de decoro con la que se ha pasado, – en unos pocos años y a pesar de las incuestionables evidencias científicas -, de cuestionar, primero la propia existencia del cambio climático, a cuestionar, una vez asumida tal existencia, que ésta fuera provocada por la acción humana, para finalmente afirmar que es inevitable que suban 2ºC la temperatura media del planeta a finales de siglo. El debate en Copenhague estos días es para tomar medidas desde ahora para estabilizar esta subida media en 2ºC a finales de siglo y que no suba más, pero ya todo el mundo da por hecho que esa subida de 2ºC es inevitable. Estos 2 ºC son la media, pero en muchas zonas de África subirá hasta cerca de 4ºC. Como dice el refranero, al final pagarán justos por pecadores.
Para finalizar, me llegan noticias de que se están reduciendo drásticamente las acreditaciones para acceder al Bella Center a los representantes de la sociedad civil, ONGs, observadores, colectivos profesionales, etc., debido a la falta de espacio y a razones de seguridad. El recinto ha sido acordonado y los políticos aislados de la presión social. El aliento de la sociedad civil ya no llega igual al interior del reciento, y esto sin duda es una dificultad añadida, ya que relaja la percepción que tienen los políticos de la gravedad del problema y de las ansias que tienen sus electores de que trabajen firmemente para alcanzar un acuerdo vinculante que, aunque no sea la solución definitiva, si constituya un primer paso muy importante en la correcta dirección de reducción de emisiones, transición a un modelo energético basado en renovables y una economía baja en carbono.